Porque
escribo con palabras de carne y hueso, hoy no quiero escribir. No
quiero hacerlo para no saber lo que siento, lo que pienso, lo que
quiero, lo que soy ni lo que nunca seré.
Hoy
no quiero escribir para que cuando me leas, no te leas y es que cargo
con palabras demasiado transparentes, demasiado imprudentes como
para no despertar mi pudor, el tuyo y todas las alarmas.
Yo
deseo palabras mentirosas, palabras vacías, palabras trampa, como
tú. Quiero, como tú, jugar con ellas, ponerles otros nombres,
manipularlas y malearlas a mi antojo. Yo quiero, como tú, salir por
peteneras y decir “Diego” donde dije “digo” y viceversa, sin
que se me caigan los anillos (ésos que ya no llevo). Pero sucede que
llevo el lápiz con un cordoncito atado al corazón, como en los
bancos y si digo “Él” sencillamente leerás “Tú” y
probablemente lo seas.
No
quiero escribir porque no quiero andar desnuda, pues a pesar del
calor, tengo frío.
No
quiero contar a nadie y mucho menos a mí, si hoy se murió aquella
parte mía que me hería o me salvaba y por eso lloro. O si, por el
contrario, he rescatado aquella otra perdida o me ha nacido una nueva
y la tengo aún sin estrenar a falta de los últimos retoques.
No
quiero contar que te fuiste, que regresaste y que te marchaste de
nuevo.
No
quiero que sepan si has venido para siempre o si ahora soy yo tu
hogar, tu puerto, tu refugio o si simplemente, soy la historia que no
sucederá nunca, ésa que ya quieres borrar.
No
quiero explicar si hoy me basta con enredar mis dedos en tu pelo y
decirte cosas flojito a la altura de tu boca, porque quizá mañana
me las tendré que tragar cuando la prioridad sea bajar la basura, la
tapa del váter o redactar la lista de la compra o ir a la farmacia
o al juzgado a firmar los papeles.
No
quiero escribir que tatúas mi sonrisa cuando te veo venir ni que
estas ojeras las hemos ganado a pulso, pues tal vez mañana todas
estas letras habré de comérmelas con cuchillito y tenedor y un
poquito de Prozac con agüita para que entre mejor, porque quizá
mañana se acaben las risas y los mensajes de voz tempraneros, las
fotos juntos, quitarnos la palabra de la boca con un beso; porque tal
vez, muy pronto, se mueran de nuevo las risas, de risa y de pena.
No
quiero escribir para luego borrar todo de un plumazo hasta desgastar
el papel, hasta hacerlo un ovillo y estrellarlo junto a algunos
cuantos sueños o simplemente hacerlo desaparecer.
Pero
quién sabe, quizá sea posible escribir para siempre y todo esto
resista como una pintura rupestre o como un rostro en la sábana
santa o como tú, en mi mente.
Texto: Santi Jiménez
Imagen: Christian Sclhoe
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