¿Es
aquí lo de adelgazar? Me parece a mí que no.
Y
es que “Operación bikini” se escribe con hambre y tal cosa a mí
se me da regular.
La
verdad es que me encantaría poder contaros lo que he estado
sufriendo estos meses previos hasta lograr este cuerpazo que me
gasto, pero sería por mi parte una auténtica desfachatez faltar a
la realidad de semejante manera. Podría lloraros lo mucho que sufro
cada lunes al retomar la dieta o el esfuerzo sobrehumano que realizo
para aplicarme peallings, mascarillas capilares, corporales,
faciales, potingues anticelulíticos, masajes reductores,
reafirmantes, drenantes, anti toxinas, cremitas para aclarar axilas y
pubis, así como rayos uva para oscurecer el resto (no vayan a pensar
que emprendo virgen de sol el veraneo) o tal vez, ilustraros sobre
cómo cumplo religiosamente con mi tabla de ejercicios, mis clases de
zumba y de padel con el buenorro del profesor. Debería quizá,
impresionaros con la cantidad oceánica de agua que bebo, propiamente
como si me hubiese llevado el sustico del año. Más como os comento:
todo eso, aquí no es y sólo hablo de oídas.
Aquí
más bien nos hemos reconciliado con el placer de tomar un buen
aperitivo antes de las comidas, costumbre murciana por excelencia y
prácticamente, establecida por ley ahora que las terrazas cobran
vida.
Aquí
no nos hemos hecho runners, pero hemos redescubierto el el encanto de
caminar despacito, así en plan aeróbico, de esa mano que nos
sostiene, nos acompaña, nos alimenta, nos acelera el pulso y nos
calienta el corazón.
Aquí
quemamos calorías echando una carrerita hasta la siguiente farola y
el que gane elige peli y aguanta el paquete de palomitas.
Aquí
el ejercicio anaeróbico, corre por cuenta de los abrazos, con éstos,
el tren superior queda convenientemente fortalecido a través del
delicioso esfuerzo por retenerlo entre tus brazos, estrecharlo
fuertecito y agarrarlo con ternura para que no se te escape, en cada
despedida.
Aquí
subimos pulsaciones al acercarnos despacito a esa su boca, boca llena
siempre de besos, de primeros besos, cada vez. Esa boca que ríe a un
centímetro de la tuya, que te cuenta cosas que nadie nunca te había
contado, no en esos términos, no con esa voz, no con esa cercanía.
Aquí
se nos tonifican los párpados a causa de la férrea voluntad de
mantenerlos abiertos de par en par para conservar su imagen, como si
de una capturita de pantalla se tratase o, en otras ocasiones, más
bien al contrario, al no cesar de parpadear tratando de enjugar esas
dichosas lágrimas fruto de la emoción.
Reconozco
que estos métodos quizá no sean tan eficaces como el fitness al
uso, pero te garantizan un mullido regazo para dar cobijo, un pecho
blandito para una deliciosa siesta y un excelente material que
bascular con soltura al hacer twerking o lo que surja.
Texto e imagen de Santi Jiménez
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