El
marido de mi amiga es una auténtica joya y ella, que es muy de
bisutería, no lo sabe apreciar.
Como
la susodicha no se decidía, este santo varón se vio en la
obligación moral de escribir por ella su lista de deseos para este
2015. ¿Y creéis que se lo agradeció? Al contrario, puso cuatro
gritos en el cielo y cinco puntos sobre la íes.
Todo
son ventajas con este buen señor, armado como está de ganas de
complacer siempre. No obstante, mi amiga me cuenta todos sus detalles
con los ojos inyectados en sangre y el corazón en un puño.
Veamos:
el otro día sin ir más lejos, quedamos para un café. Yo lo tomé
solo y ella, con su leche, su croissant y, ¡cómo no!, su sacarina.
Y me suelta la muy arpía : "Nena, que dice mi marido que no
hago deporte ¿y lo de pasar olímpicamente , qué? ¡Ja,ja,ja! "-
Se parte ella solita y continúa: "Mi marido quiere que
adelgace, es el punto number one de la lista que me regaló para
Reyes. He aceptado de inmediato, pero no sé qué parte de que 'el
lunes empiezo' no entiende, pues llevo como doce viernes diciéndoselo
y no lo capta". Se vuelve a desternillar ella sola consigo
misma, la muy sinvergüenza.
Imprudente
de mí le pregunto por el resto de "sus"
propósitos.
"Bueno, mi cari sigue obcecado con lo del deporte y, mira tú por dónde, con eso creo que va a tener suerte y es que acaban de abrir un gimnasio en nuestra misma calle. Ya he ido a verlo y todo. Me tiró un poco para atrás las vueltas que hay que dar para poder aparcar, quedé tan lejos que tuve que pedir un taxi para llegar. Pero me anima que ya se me empieza a notar el efecto, mínimo dos kilitos habré perdido con el ajetreo del aparcamiento y el potreo de rellenar los papeles de la matrícula”.
En esto, mi amiga echa un vistazo a la barra y se le antoja que unas magdalenas sexys se le están insinuando, así que le pide un par al camarero : “Tráeme dos magdalenas, rey, que las veo muy solas. ¡Ah! y otro sobre de sacarina. Gracias, majo”.
Mi amiga, gorda, lo que se dice gorda tampoco está, pero come con un hambre infinita eso sí, como si hubiese ayunado en todas sus vidas anteriores. Ella dice que es por el ansia que le provoca su pobre esposo con esto de animarla a comerse todo lo verde, pero cuando el ojo del amo no mira... engorda el caballo. Suerte que al ser mi amiga bajita, su abnegado compañero le echa un capote escondiendo las chuches y alimentos prohibidos en las alturas.
"Bueno, mi cari sigue obcecado con lo del deporte y, mira tú por dónde, con eso creo que va a tener suerte y es que acaban de abrir un gimnasio en nuestra misma calle. Ya he ido a verlo y todo. Me tiró un poco para atrás las vueltas que hay que dar para poder aparcar, quedé tan lejos que tuve que pedir un taxi para llegar. Pero me anima que ya se me empieza a notar el efecto, mínimo dos kilitos habré perdido con el ajetreo del aparcamiento y el potreo de rellenar los papeles de la matrícula”.
En esto, mi amiga echa un vistazo a la barra y se le antoja que unas magdalenas sexys se le están insinuando, así que le pide un par al camarero : “Tráeme dos magdalenas, rey, que las veo muy solas. ¡Ah! y otro sobre de sacarina. Gracias, majo”.
Mi amiga, gorda, lo que se dice gorda tampoco está, pero come con un hambre infinita eso sí, como si hubiese ayunado en todas sus vidas anteriores. Ella dice que es por el ansia que le provoca su pobre esposo con esto de animarla a comerse todo lo verde, pero cuando el ojo del amo no mira... engorda el caballo. Suerte que al ser mi amiga bajita, su abnegado compañero le echa un capote escondiendo las chuches y alimentos prohibidos en las alturas.
Mientras
saborea pecaminosamente su bollería industrial, me cuenta que el
gimnasio no vale nada, que es todo como muy rudimentario: las
bicicletas sin motor, los steps sin ascensor, las pesas de subirlas a
pulso. Vaya, que le parece todo demasiado “artesanal”.
Ahora
me cuenta que hace poco fue su aniversario y que estuvo oyendo a su
marido trajinando en la cocina, ya estaba ella salivando, anticipando
el desayuno sorpresa de su cari, cuando lo vio atravesando el umbral
del dormitorio con la báscula en brazos. "Que te peses",
le soltó. "De hoy no pasa". Dicho lo cual, el pobre no vio
la zapatilla venir... Ella se negó, toda lo redonda que era. Suerte
que él no desiste y cada domingo, que tiene más tiempo, la
despierta con el peso en la mano.
Yo
me he acordado de aquella peli de "La princesa prometida"
,cuando cada vez que el prota le decía a ella "como desees"
en realidad le estaba diciendo "te amo". Pues el galán de
mi amiga, lo mismo, cada vez que le dice:"que te peses, "
en realidad es una declaración de amor en toda regla. No sé, a mí
me parece bastante romántico.
¿No
creéis?
Texto e imagen: Santi Jiménez Serrano
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