Y
luego están los que ya no se habitan, los que no se pertenecen, los
que ya no encuentras en sus miradas vacías, en ese brillo que te
habla de otros mundos, de fríos cristales nevados, de copas vacías
o de qué sé yo.
Esos
príncipes y princesas que un día reinaron en su castillo o en aquel
en el que los tenías encumbrados porque sí, porque ellos lo valen,
porque es de ley, porque todos tenemos un rey de corazones en el
corazón. Te rescataron incluso a veces y hoy, ven dragones con sus
propios ojos y escupen fuego y te devoran y se devoran en sus llamas
sin contemplación.
Aún
recuerdas que en un tiempo se rendían a tus pies y acudían raudos a
tu llamada y eran ungüento y medicina y remedio y hombro y colchón.
Ahora buscan sin saberlo o a conciencia, un abismo, un filo de la
vida por el que caminar, por el que precipitarse.
Hoy
no son tuyos, ni suyos, ni de nadie. No tienen compromisos, no saben
devolver una llamada, incumplen sus promesas y olvidaron comprar
aquel regalo de cumpleaños; tampoco les sonó el despertador el día
D y hace tiempo que no se miran al espejo, al menos no en el mismo
espejo en el que tú los ves.
Y
sucede que justo ese día tuvieron que suspender la reunión y sin
embargo, no te acompañaron a la eco y sí, se perdieron el gran
partido. Tú lo excusarás :“no importa, ya vendrá en otra
ocasión, pequeño, no será tu debut, pero vendrá”. Y te dejaron
con esa mesa del rincón para dos, tal vez ocupando otra mesa,
rodeado de otra gente, quizá también de mucha soledad.
No
lo sé.
En
cambio, acude diligente si lo llama “Él”, ese dueño implacable,
cruel, silencioso, disimulado, ese “Yo Controlo”, “Cuando
Quiera Lo Dejo” o “Estás loca-o, exageras”.
Sin
embargo, confío en que todo esto no es el fin, sé que es éste un
viaje con retorno, un viaje iniciático, un aprendizaje más, una
prueba, un infierno que extinguir.
Porque
creo firmemente
en
las hadas,
en
los cuentos
y
en los finales felices.
Porque
cuento contigo
los
granos de arena,
si
hace falta.
Porque
juntos encontramos
esa
aguja del pajar,
si
lo precisas.
Porque
te ayudo a buscar
a
Nemo o a Wally,
si
me llamas.
Porque
yo creo en Ti
sé
que algún día
te
despiertas
y
regresas.
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