Os
preguntaréis a qué viene este ataque directo a la eficaz partener
de aquel entrañable superhéroe, que tan buenas tardes nos hizo
pasar. Lo veo, lo veo: a la salida del cole, bocadillico de salchicha
de Lorca en mano y deberes con la manchica correspondiente en la
otra, en mi casica de planta baja y esa puerta siempre abierta.
Lo
que decía, por aquel entonces, la sexymbol de hojalata me caía
bien, hasta que, con los años, he comprendido sus malvadas
intenciones: con su enérgico “pechos fuera”nos hizo creer que
con una simple orden podíamos dominar nuestro cuerpo. Quien dice
“pechos fuera” dice “pechos firmes” o “talla 36”,
“90-60-90”, “Photoshop para el mundo real”.
Cari,
no se puede. Al menos, yo no estoy dispuesta, me resulta una lucha
tan cansina, tan inútil, tan “pa qué”.
Por
supuesto, he tenido mis etapas y he hecho muchas tolonterías. Pero,
a día de hoy, queridos, me considero liberada. Creo que en mi
liberación han confluido varios factores: mi incapacidad de
sacrificio para estos menesteres y mi baja tolerancia al dolor y la
renuncia para los mismos y, además,… ¡no podemos gastar tan
poco!
A
mí, el mundo de Afrodita, en general, me resulta muy agresivo.
Siempre atacando y combatiendo: la celulitis, las patas de gallo, los
primeros signos de la edad,… no dejan títere con cabeza. Un
poquito de corazón <3.
Está
sobradamente demostrado que la celulitis es la mejor amiga de la
mujer. Nunca te abandona, está a las duras y a las maduras, seas
alta o baja, gorda o flaca, siempre. Y tú, erre que erre,
combatiéndola con nocturnidad, con frío, con calor… Os digo una
cosa: ella no lo haría, pero si es piel de naranja, na-ran-ja,
¡vitamina C!
¿Y
los tacones? Quiso Dios que yo, que soy mullidita y acogedora por
donde me mires, tenga grasa 0% en el metatarso, lo que se traduce en
una incapacidad absoluta para llevar tacón.
Mi
cuñada, que es una artista en estas lides, se va a las 7 a.m. subida
a 14 cms y regresa a las 20 h, perfecta y oliendo a flores blancas.
Se ve que observa que mi labio inferior cuelga demasiado y me dice:
-Nena,
si son comodísimos, ¡pruébatelos!
Me
encaramo con recelo a esos afilados diablillos, me agarro a su brazo
como si no hubiese un mañana y me dice:
-Bueno,
otro día.
Como
os digo, lo tengo superado, pero de vez en cuando tengo una pequeña
recaída, sobre todo si la cosa no duele, es gratis (en este caso fue
un regalo) y no me priva del buen comer. Hace poco me puse pestañas
postizas, de esas “pelo a pelo”, mmm, una horita en la camilla,
eso fue un punto a su favor; otro, que mi Marilyn llevaba también;
más, por pereza, para no tener que usar máscara de pestañas y, por
último, porque me quedaron unos pedazo abanicos que podía resfriar
al contrario, a voluntad. Aviso que no repetiré pues mis pestañas
empezaron a crecer, el pegamento comenzó a salir a flote y yo, al
pellizcármelo, me las dejé calvas. La buena noticia: tus pestañas
vuelven a crecer.
Llevad
cuidado que hay mucho imprudente suelto (¡Presente!). El sábado
pasado, lo que pretendía ser una alegre mañana en la Nueva
Condomina con mi adolescente preferida, se tornó de improviso en un
intento de sadomasoquismo:
- ¡Señora!- la primera, en la frente.
- ¿Sí? – yo, aún sonriente.
- ¿Quiere que la pesemos? – con soltura.
- ¡¿Qué?! – perpleja.
- Sí, la pesamos y la medimos- muy diligente.
A
todo esto acabábamos de darnos un homenaje en la heladería de la
esquina.
-
¿Para qué?
-
Le decimos su peso ideal, su IMC, su grasa corporal…
-
¡Ja, ja, ja! – se me escapó una risotá que debió oírse en la
Plaza de las Flores. – Pero, chica, si yo estoy divina, no hace ná
que me liberé.
-
Si con esta dieta no se pasa hambre, se-ño-ra.
-
Con la mía tampoco, te lo aseguro. Buen día, cariño.
Sin
apenas apartar la mirada ni los dedos de su iphone, de los labios de
mi hija surgió un apenas imperceptible y orgulloso: “LOL, vaya
zas, mamá”.
Señores,
a esta vida hemos venido a ser y hacer felices, que cada cual elija
cómo. Paz y amor.
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